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Trastorno de la Personalidad por dependencia (TPD)

Se dice que los sentimientos de dependencia y de apego son conductas universales y quizá definitorias de los mamíferos (Frances, 1988). Si bien apoyarse en alguna medida en los otros es sin duda adaptativo para los individuos, una dependencia excesiva resulta muy problemática, y en el grado extremo de dependencia ha sido definida en el DSM-III (APA, 1980) como “Trastorno de la Personalidad por Dependencia”.

En el DSM-IV, el Trastorno de la Personalidad por Dependencia (TPD) se encuentra incluido en el Grupo C, junto con el Trastorno de la Personalidad por Evitación y el Trastorno de la Personalidad Obsesivo-Compulsivo. Estos tres trastornos están agrupados en función de ser personas “ansiosas o temerosas”:

  • Ante las relaciones sociales (TP Evitativo),
  • Ante la separación de otros significativos (TP Dependiente),
  • Ante la pérdida de control (TP O-C).

 

Características del prototipo dependiente

 

Concepción de sí mismos: incapaz de funcionar adecuadamente sin la ayuda de los demás

Los individuos dependientes se ven a sí mismos como personas necesitadas, débiles e incompetentes; desvalidas y frágiles cuando se sienten solas o abandonadas, y generalmente se consideran incapaces de hacer las cosas por iniciativa propia, sin recurrir al apoyo y la guía de los demás.

Estas personas están convencidas de que son incapaces de funcionar de forma independiente y se ven a sí mismos como ineptos y necesitados de ayuda constante. Sin embargo, pueden funcionar adecuadamente si se les da la seguridad de que alguien más les está supervisando y les aprueba.

Les falta confianza en sí mismos y esperarán a que los demás empiecen a hacer las cosas, porque piensan que, por regla general, lo hacen mejor que ellos. De este modo, tienen grandes dificultades para tomar las decisiones cotidianas (p. ej., qué color de camisa escoger para ir a trabajar o si llevar paraguas o no), si no cuentan con un excesivo aconsejamiento y reafirmación por parte de los demás. Estos individuos tienden a ser pasivos y a permitir que los demás (frecuentemente una única persona) tomen las iniciativas y asuman la responsabilidad en las principales parcelas de su vida.

No sólo carecen de confianza en sí mismos, sino que pueden presentar déficit reales de competencia y/o tienden a infravalorar los logros, virtudes y talentos que poseen.

 

Estrategia: someterse a otros y esforzarse por gustar (para no ser abandonados)

A) Cultivan una relación de dependencia

La falta de recursos de los dependientes y las dudas sobre sí mismos les impulsan a buscar compañeros seguros, figuras en las que sea posible confiar “como en una madre”, de las que se pueda depender para tener la seguridad de que son amados y no se les abandonará. De este modo, la estrategia fundamental que utilizan es recurrir a los otros en busca de protección y gratificaciones, cultivando una relación de dependencia. Frecuentemente lo hacen subordinándose a una figura “fuerte”, a la que tratan de agradar o apaciguar; buscan una única “persona mágica”, todopoderosa, un compañero en el que puedan depositar su confianza y depender de su protección para no tener que asumir responsabilidades o enfrentarse por sí mismos a los retos de la vida.

Es decir, llegan a la conclusión de que la solución al problema de ser inadecuado en un mundo aterrador es intentar encontrar a alguien que los proteja y les cuide. Deciden que vale la pena renunciar a la responsabilidad y subordinar sus propias necesidades y deseos, a cambio de que alguien se haga cargo de ellos.

Ven de un modo idealizado al “cuidador” fuerte. También es importante resaltar que la mayoría de los dependientes se han aprendido bien el papel de “seres inferiores” y son capaces de proporcionar a sus “superiores” la sensación de utilidad, fortaleza, compresión y competencia: precisamente las características que los dependientes buscan en sus compañeros.

Con el apoyo de este compañero-cuidador, las personas dependientes pueden conducirse bien, ser sociables y expresar afecto, empatía y generosidad. Si se les priva de este apoyo, se encierran en sí mismas y se vuelven tensas, tristes y abatidas.

 

B) Adoptan un papel sumiso

Adoptan voluntariamente un papel sumiso con la esperanza de evitar la soledad y el horror del abandono. Estas personas, se caracterizan por estar muy orientadas a satisfacer las necesidades de los otros, con el fin de asegurarse que se les cuidará y guiará constantemente.

Eficaces para controlar el malestar y proteger sus necesidades de dependencia, llevan a cabo diferentes acciones al precio de rechazar el propio respecto. Niegan su individualidad, subordinan sus deseos y ocultan cualquier vestigio de que poseen identidades diferenciadas de los demás. Se distinguen por su voluntad de vivir según los deseos de los demás.

El “centro de gravedad” de este estilos de personalidad reside en los demás y no en ellos mismos. Adaptan su comportamiento para satisfacer a quienes se sienten vinculados, y su búsqueda de amor les lleva a negar los pensamientos y sentimientos que podrían generar malestar en los demás, cuidando también de contener los impulsos asertivos.

De este modo, suelen tener dificultades para expresar el desacuerdo con los demás, sobre todo con aquellos de quienes dependen. Estos sujetos se sienten tan incapaces de funcionar solos, que se mostrarán de acuerdo con cosas que piensan que son erróneas antes de arriesgarse a perder la ayuda de aquellos de quienes esperan que les dirijan. No muestran el enfado que sería apropiado con aquellos cuyo apoyo y protección necesitan por temor a contrariarles.

Excepto que necesiten signos de pertenencia y aceptación por parte de los demás, son refractarios a hacer demandas con el fin de evitar los conflictos interpersonales.

Su necesidad de mantener unos vínculos importantes suele comportar unas relaciones desequilibradas y distorsionadas. Pueden hacer sacrificios extraordinarios o tolerar malos tratos verbales, físicos o sexuales.

 

C) Se autodevalúan y actúan de una forma débil e inferior

Las personalidades dependientes necesitan que sean los demás quienes manejen sus vidas. Actuando de una forma débil e inferior, estas personas se liberan a sí mismas de las responsabilidades que saben que deberían asumir y no pueden.

De forma similar, la autodevaluación incita la comprensión y la atención de los demás. Encubren su necesidad obvia de dependencia racionalizando sus inadecuaciones, atribuyéndose alguna enfermedad física, alguna característica desafortunada o algo parecido.

Los dependientes no sólo observan déficit reales de competencia, sino que desprecian las virtudes y talentos que poseen. Esto impide que los demás esperen de ellos que asuman las responsabilidades que evitan. Cuando se comparan con los demás, minimizan sus logros, infravaloran sus atributos, ponen de relieve sus inferioridades y asumen la vergüenza personal por problemas que sienten que han causado a los demás. Por supuesto, muchas de estas valoraciones negativas tienen poca base real. Desde el punto de vista clínico, este patrón de autodesprecio puede entenderse como una estrategia para suscitar en los demás la seguridad de que son queridos y tienen algún valor. Por tanto, sirve de instrumento para conseguir elogios y consideración.

Las racionalizaciones de la inadecuación, ofrecidas para beneficio de los demás, tienen un impacto sobre sí mismos. Cada vez que los dependientes comentan sus defectos, se convencen a sí mismos y a los otros, y por tanto ahondan aun más su autoimagen de incompetencia. Atrapados por su propia persuasión, refuerzan su creencia en la inutilidad de vivir por sí mismos, por lo que es probable que cada vez intenten superar sus inadecuaciones con menos fuerza. Su estrategia ha creado un círculo vicioso de indefensión y dependencia que se incrementa cada vez más.

 

Principal Amenaza: Ser rechazado y abandonado

Las principales amenazas o traumas tienen que ver con el rechazo o el abandono.

Los sujetos con este trastorno suelen estar preocupados por el miedo a que les abandonen y tengan que cuidar de sí mismos. Se ven a sí mismos tan dependientes del consejo y la ayuda de otra persona importante, que les preocupa ser abandonados por dicha persona aunque no haya fundamento alguno que justifique esos temores.

Excesivamente sensibles a la desaprobación, pueden experimentar cualquier forma de desinterés o crítica como algo devastador.

Experimenta sentimientos de incomodidad y desamparo cuando se encuentra solo, y necesitan asegurarse repetidamente de que no les abandonarán debido a sus temores exagerados a ser incapaces de cuidar de sí mismos. Pueden ir «pegados» a otros únicamente para evitar estar solos, aun cuando no estén interesados o involucrados en lo que está sucediendo.

El abandono real puede llevar al dependiente a suplicar este apoyo y esta seguridad.

Cuando termina una relación importante (p. ej., la ruptura con una pareja o la muerte de alguien que se ocupaba de ellos), los individuos con trastorno de la personalidad por dependencia buscan urgentemente otra relación que les proporcione el cuidado y el apoyo que necesitan.

 

Comorbilidad

En la evolución del trastorno son relativamente frecuentes la aparición de trastornos mentales de gravedad variables, tales como episodios depresivos mayores, trastornos de angustia con agorafobia, fobia social y trastornos somatoformes (hipocondría) y disociativos, así como el abuso y la dependencia de sustancias (alcohol y tabaco, especialmente), que pueden llegar a ser graves.

Entre los principales objetivos de los trastornos hipocondríacos y de somatización están los deseos de los dependientes de solicitar la atención y los cuidados de los demás, y de evocar la seguridad de que serán amados y cuidados a pesar de su debilidad e inadecuación.

Mediante su enfermedad, los dependientes desvían la atención del verdadero origen de su consternación, el sentimiento de que los demás muestran poco interés por ellos, y no les atienden como necesitan. Sin quejarse directamente sobre su decepción y resentimiento, los dependientes todavía pueden utilizar sus limitaciones físicas para atraer el interés de los otros.

Tampoco debemos perder de vista que las quejas sobre la enfermedad pueden utilizarse para controlar a los otros, haciéndoles sentir culpable y, por tanto, desquitándose del desinterés y maltrato que los dependientes creen que están sufriendo. Las expresiones de culpa y autocondena son frecuentes, ya que sus verbalizaciones suelen desviar las críticas y transforman las amenazas en comprensión. La culpa se emplea como defensa contra las explosiones de resentimiento y hostilidad.

 

Variantes del prototipo: Estilos normales

En todas las culturas tradicionales hemos encontrado individuos dependientes, personas cuyos papeles están claramente definidos para servir a los demás, de los que se espera que actúen de una forma abnegada y exhiban una postura pública de baja autoestima. Incluso en nuestra propia cultura occidental, en la última parte del siglo XX las mujeres solían desempeñar un papel inferior. Sin embargo, desde la llegada del movimiento femenino, las mujeres han dejado de aceptar el status de ciudadanos de segunda categoría. A pesar de este avance tan importante, el compromiso del sujeto dependiente para servir a los demás sigue siendo un estilo cultural extendido en el mundo, tanto en el caso de los varones como en el de las mujeres.

Al margen del impacto de la cultura para moldear este estilo de vida en muchos individuos, existen algunas personas que están dispuestas a asumir este papel debido a sus experiencias individuales y no sólo por imposición de la sociedad.

Millon y cols. (1994) presentan un retrato del estilo dependiente normal:

Estas personas representan un patrón de comportamiento acomodaticio, participativo, comprometido y afiliativo. Su agradable servilismo es voluntario y no forzado, o producto de su autodesprecio. Las personas que presentan este patrón son muy cooperadoras y amigables. Detestan molestar a los demás y suelen adaptar sus preferencias para compatibilizarlas con las de los otros. Confían en que los demás sean amables y sensatos, y busquen siempre la reconciliación de las diferencias, son personas consideradas y están dispuestas a ceder siempre que sea necesario. La cordialidad y el compromiso caracterizan sus relaciones interpersonales (pág. 34).

Entre las variedades dependientes normales encontramos a individuos capaces de empatizar con los demás y de darse a sí mismos, y poseedores de una gran capacidad para atraer el amor y los cuidados de los otros. Están entre las personas más fiables. Son modestos y gentiles en sus maneras, santuarios confortables para las personas que buscan paz y sosiego. Una característica notable de estos individuos la constituyen sus formas carentes de crítica. No establecen objetivos que no sean factibles para sí mismos o para las personas que ellos valoran. Son fáciles de complacer, exigen poco de los demás, son totalmente acríticos e invariablemente agradables, incluso con las personas que pueden disgustarles. Altruistas y nada egoístas, su amor es incondicional y no tiene límites. La mayoría de estas personas son de buena voluntad y se alegran muchísimo de la suerte de los demás. A pesar de que se les tiene una gran estima por su modestia y bondad, cuanta más gente les valora, más humildes se vuelven. Están lo más cerca posible de lo que todos consideramos santidad, pero les complace simplemente ser considerados personas buenas y pueden sentirse incómodos cuando se les trata como personas especiales. Caritativos con los demás, siempre ven el lado positivo de la vida y recalcan las virtudes y bondad que ven en los otros.

 

Melina Villalonga
Psicóloga | Matrícula 4027
Directora de AREAP
Terapeuta cognitivo
Sexóloga y Educadora Sexual
Docente del seminario “Psicoterapia Cognitiva” en la Facultad de psicología (UNR)
melinavillalonga@hotmail.com

Julio de 2013

 

Bibliografía

Aaron T. Beck, Arthur Freeman & otros. Terapia cognitiva de los trastornos de personalidad. Ediciones Paidós Ibérica, S.A., 2005

Millon, Theodore & Davis, Roger D. Trastornos de la personalidad. Más allá del DSM-IV. Primera edición 1998. Reimpresiones 1999 (2), 2000, 2003, 2004. Barcelona: Editorial Masson.

Amparo Belloch & Héctor Fernández Álvarez – Trastornos de la personalidad. Editorial Síntesis S.A., 2002

American Psichiatric Association. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales IV.